Susana Solano (Barcelona, 25 de julio de 1946) es una escultora española y artista contemporánea de proyección internacional, conocida por sus esculturas en chapa y malla de alambre.[1]
En 1974 inició sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona. Coincidiendo con sus primeras exposiciones individuales imparte clases en dicha facultad hasta 1987. La acogida positiva de las propuesta de Solano se hizo patente en eventos como la Documenta de Kassel VIII y IX (1987 y 1992) y las bienales de Sao Paulo (1987) y Venecia (1988 y 1993). Una tarjeta de presentación que le abrió las puertas de los mejores museos, centros de arte y galerías de medio mundo (Whitechapel Art Gallery de Londres, Skulptur Projekte de Münster y galería McKee en Nueva York o el Museo de Arte Moderno de San Francisco, por citar algunos).[2]
Es una de las escultoras más completas y consolidadas del panorama creativo nacional e internacional heredera de la tradición escultórica española de Julio González, Jorge Oteiza o Eduardo Chillida.[3] Con reminiscencias que recuerdan a las figuras trágicas de Rodin y, de manera tangencial, los móviles de Calder, Solano trabaja con brillante soltura la escultura en metal.[4] Su obra se dirige al espacio compartido, hacia el espacio de la ciudad, del territorio, de lo íntimo, de todos los escenarios que habitamos. Se materializa principalmente en forma de esculturas, utilizando materiales como el plomo, el hierro o la malla metálica. Cada una de sus esculturas, cualesquiera que sean sus materiales y dimensiones, son fruto de unas vivencias personales que se asientan sobre el entorno en el que se ubican, transformándolo.[5]
Las obras de Susana Solano forman parte de una tradición abstracta, entendida como una dirección escogida, una propuesta matizada a lo largo de los años en oscilaciones de alejamiento y proximidad a los referentes de sus obras. Algunas obras rozan las alusiones directas a la realidad, mientras otras se encierran en una apariencia de extrema opacidad. Ella misma habla de su trabajo con cierta reserva, pues rechaza radicalmente la retórica que desdibuja la fuerza de la intención. A la escultura le pide que no sea inmediata en su lectura ni en su proceso y que mantenga en ella lo indescifrable, pues su trabajo no pretende narrar.[6]
Su trabajo es multidisciplinar y se mueve con total naturalidad de la escultura al papel, pasando por la fotografía, el vídeo y el formato digital. Reside en Sant Just Desvern y tiene su taller en Gélida.[4]
Ha colaborado en diferentes ocasiones con arquitectos para proyectos de exterior: José Acebillo, Ignacio Linazasoro, Hans Hollein, Francisco Torres, Victor Rahola, Javier Romero, Ferran Vizoso y Guillermo Vázquez Consuegra.[2]
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