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Tesoro de El Carambolo


Tesoro de El Carambolo


El tesoro de El Carambolo es un conjunto de varias piezas de oro y cerámica de discutido origen tartesio en síntesis con la cultura púnica peninsular, que fueron encontradas en 1958,[1]​ en el cerro de El Carambolo en el municipio de Camas, a tres kilómetros de Sevilla.[2]​ Los arqueólogos creen que fue enterrado deliberadamente en el siglo VI a. C.[3]

Se ha propuesto que se tratase de un ajuar propio del sacerdote[4]​ y los animales que eran sacrificados en templos fenicios dedicados al dios Baal y la diosa Astarté,[5]​ confirmando las hipótesis inicialmente formuladas en 1979, que divergían de la tradicional atribución de las piezas a la cultura tartésica. Sin embargo, una investigación científica llevada a cabo en 2018 demostró que las piezas fueron hechas con oro procedente de una zona cercana al hallazgo (20 km), concluyéndose que el tesoro es producto de una mezcla de culturas (local y fenicia) debido a la llamada procedencia del oro y a las distintas técnicas con que se fabricaron las piezas, de las cuales algunas de ellas ya se empleaban desde el III milenio a. C.[6][3]

Localización

A tres kilómetros de Sevilla, unos pequeños cerros a los que llaman carambolos se elevan casi un centenar de metros sobre las aguas del Guadalquivir. En uno de ellos, en el término municipal de Camas, se encuentra La Real Sociedad de Tiro de Pichón de Sevilla. Esta entidad, que adquirió el terreno en 1940 con la idea de ubicarse físicamente allí, había iniciado unas obras para ampliar sus instalaciones, con motivo de un torneo internacional que tenía previsto celebrarse. La leyenda de que existía un tesoro en el lugar ya venía de antiguo, pero era sólo eso, una leyenda.

Al arquitecto que dirigía las obras no le convencía que unas ventanas que darían a una futura terraza en construcción, pudieran quedar casi al mismo nivel que ésta, por lo que antes de que se colocara el pavimento mandó excavar para que se profundizara unos 15 cm más.

Conservación

El yacimiento sigue en la actualidad en manos privadas sin explotarse[7]​ y cubierto de basura.[8]​ Sin embargo, las ruinas no corren peligro relativamente ya que están cubiertas por un "búnker" de arena. Así se hace en cualquier hallazgo arqueológico que no se puede mostrar en superficie.

Hallazgo

El 30 de septiembre de 1958, uno de los obreros, Alonso Hinojo del Pino (albañil natural de Medina Sidonia), encontró casi en la superficie un brazalete que luego resultó ser de oro de 24 quilates y de un incalculable valor arqueológico. Al observar que al brazalete le faltaba un adorno, tanto él como el grupo de trabajadores que participaba, siguieron excavando en la búsqueda de la parte restante. Pero la sorpresa fue aún mayor cuando encontraron un recipiente de barro cocido, una especie de lebrillo, conteniendo muchas otras piezas y que por desgracia se partió, y al mezclarse los restos con otros restos de cerámica fue imposible reconstruir.[9]​ Aparentemente eran imitaciones de joyas antiguas, de latón o cobre, por lo que no dieron mayor valor a lo encontrado. Tanto es así, que se las repartieron entre los trabajadores que habían intervenido.[10]​ Uno de ellos, para demostrar que no podían ser de oro, dobló repetidamente una de las piezas hasta llegar a romperla.

La directiva del tiro de pichón, buscó la intervención del arqueólogo y catedrático Juan de Mata Carriazo y Arroquia, que estableció que estas piezas pertenecían, fijando un amplio margen de error, a un período comprendido entre los siglos vii y viii antes de Cristo, y describió el hallazgo así:

Esta táctica de aprovechar un nombre de la mitología clásica o grecolatina, viene del descubridor de Troya, Heinrich Schliemann, que al descubrir unas piezas de oro dijo que eran de la princesa Helena de Troya y una máscara funeraria era de Agamenón, sin tener prueba alguna de ello.

Piezas del tesoro

Este valiosísimo tesoro que muestra un exquisito trabajo de orfebrería fenicia (sendas reproducciones pueden verse en el Museo Arqueológico de la capital hispalense y en el Ayuntamiento de Sevilla) se encuentra celosamente guardado en la caja fuerte de un banco.[12]​ Diversas técnicas fueron empleadas en su ejecución: fundido a la cera perdida, laminado, troquelado y soldado. Algunos elementos, debido a las concavidades que presentan, tuvieron que llevar incrustaciones de turquesas, piedras semipreciosas o de origen vítreo.

Una de las joyas más destacadas, que presenta una decoración floral bastante distinta del resto del tesoro, consiste en una cadena doble con cierre decorado, de la que penden siete de los ocho sellos giratorios originales.

Estos sellos, que en su origen podrían haber servido para marcar propiedades, sellar contratos, o acreditar un control administrativo, se clasifican como correspondientes a la época tartésica orientalizante y se cree que podían haber dejado de tener su función original como sellos y haberse convertido posteriormente en mera joya de adorno.

Astarté de Sevilla

Una estatuilla de la diosa Astarté encontrada dataría del siglo VIII a. C. y en su base presenta 5 líneas de texto fenicio, una de las inscripciones fenicias más extensas de España. Su catalogación original era Hispania 14, mientras que el catálogo Inscripciones Cananeas y Arameas le asigna la referencia KAI 294, otra denominación habitual es la de Astarté de Sevilla.

La inscripción reza:[13]

Controversias

Mientras algunas opiniones coincidían -arqueólogos románticos, tartesiólogos y nacionalistas andaluces- en que todos estos adornos de oro posiblemente eran portados por una sola persona -tal vez un hombre- en momentos de máxima representatividad u ostentación, la arqueología se decanta por la hipótesis de que se trata de adornos para algún animal que los fenicios sacrificasen a Astarté, dejando luego la joyería en una fosa o bóthros ritual. Pese a ello, quienes pensaron que era el ajuar de un rey o reyes -o bien de un sacerdote- fueron Juan de Mata Carriazo, Blanco Freijeiro, Maluquer de Motes y otros arqueólogos. En los últimos años se ha creado la hipótesis de que un tesoro de estas características pueda tratarse de joyas para animales, lo cual ni encaja con el valor del ajuar en su época -ya que son unos tres kilos de oro- ni con una función normal de uso de piezas de orfebrería en la antigüedad.[14]

Véase también

  • Tartessos
  • Museo Arqueológico de Sevilla
  • Bronce Carriazo
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Referencias

Bibliografía

  • Deamos, María Belén (2009). «Phoenicians in Tartessos». En Dietler, Michael; López-Rui, Carolina, eds. Colonial Encounters in Ancient Iberia: Phoenician, Greek, and Indigenous Relations. ISBN 978-0226148472. 
  • Chamorro, Javier G. (April 1987). «Survey of Archaeological Research on Tartessos». American Journal of Archaeology 91 (2): 197-232. JSTOR 505217. doi:10.2307/505217. 
  • Blázquez, José María (1975). Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en occidente. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca. ISBN 84-400-8611-3. 
  • Carrillo González, Raquel (2011). Breve historia de Tartessos. Madrid: Nowtilus. ISBN 978-84-9967165-9. 
  • Torres Ortiz, Mariano (2002). Tartessos. Madrid: Real Academia de la Historia. ISBN 84-95983-03-6. 

Enlaces externos

  • Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre el Tesoro de El Carambolo.
  • Localización del lugar del hallazgo.

Text submitted to CC-BY-SA license. Source: Tesoro de El Carambolo by Wikipedia (Historical)


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