La arquitectura de Italia, a menudo llamada arquitectura italiana, se refiera a todas las formas de este arte en Italia. Italia posee el mayor patrimonio artístico, histórico y arquitectónico del mundo y el mayor número de sitios Patrimonio de la Humanidad Unesco (47 en el 2015). En el país hay muchos y muy diversos estilos arquitectónicos, que no pueden ser clasificados de forma simple por periodo, sino que también tienen que ser clasificados por región, debido a la división de Italia en diversas ciudades estado y territorios hasta 1861. Así, se han creado una serie de diseños arquitectónicos distintos y eclécticos. Italia es conocida por sus enormes avances técnicos en arquitectura,[3] como lo fueron la construcción de arcos, cúpulas y estructuras similares durante el Imperio romano, la creación del Renacimiento arquitectónico a finales del siglo XIV, siendo el país de origen del Palladianismo, un estilo constructivo que inspiró movimientos como la arquitectura neoclásica e influenció el diseño de las casas de campo de ricoshombres en el Reino Unido, Australia y Estados Unidos en los siglos XVII hasta principios del XX. Varios de los mejores trabajos de la arquitectura occidental, como el Coliseo y el barroco romano (en iglesias y el palacios), el Palacio del Quirinal en Roma, el Palacio Real de Caserta en Nápoles, la Catedral de Milán, la Catedral de Florencia y el renacimiento toscano, y muchos de los edificios de Venecia están en Italia. Se ha estimado que Italia posee más de 100.000 monumentos arquitectónicos (museos, palacios, iglesias, villas, fuentes, casas históricas y restos arqueológicos),[4] lo que la sitúa como el país con el mayor número de monumentos históricos y arquitectónicos al mundo, seguido por Francia que se coloca en segunda posición con "solo" 44 236 bienes.[5]
La arquitectura de Italia también ha tenido una profunda influencia en la arquitectura mundial. La expresión «arquitectura italianizante» o «a la italiana», popular en Europa desde el siglo XIV hasta mediados del XX, era empleada para describir arquitectura extranjera que se hacía siguiendo los gustos y estilos italianos.
Teniendo en cuenta los restos de la arquitecta prehistórica, los primeros en comenzar el diseño de edificios fueron los antiguos griegos y los etruscos. En la Italia septentrional y central, fueron los etruscos quienes dominaron la arquitectura. Los edificios etruscos estaban realizados con ladrillo y madera, por lo que se han conservado pocos ejemplos de su arquitectura,[6] con la excepción de unos pocos en Volterra, en la Toscana. La arquitectura etrusca influenció fuertemente a la romanas, ambos construyendo templos, foros, calles públicas y acueductos. Los pesados pilares y porches creados por los etruscos y las puertas de sus ciudades también tuvieron una influencia en la arquitectura romana posterior.[6]
En el sur de Italia, comenzando en el siglo VIII a. C., colonos griegos crearon lo que se llamaría la Magna Grecia, donde se construían los edificios siguiendo un estilo propio. Los griegos construían casas más grandes, mejores y tecnológicamente más avanzadas que las personas de las edades de Bronce y de Hierro, y también tuvieron una importante influencia sobre la arquitectura romana.[6] Los templos griegos destacan por haber sido construidos en piedra, con columnas de mármol. Hacia el siglo IV a. C., durante el Período helenístico, se puso de moda la construcción de teatros, que eran semicirculares y tenían un auditorio y un escenario. Se solían construir en laderas, aprovechando la pendiente, al contrario que los romanos, que podían construirlos en llano. Los restos de arquitectura griega se concentran en las regiones de Calabria, Apulia y Sicilia, siendo el más espectacular el de Agrigento, en Sicilia, que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La arquitectura de la Antigua Roma adoptó el aspecto de la arquitectura griega hacia el siglo II a. C., creando un nuevo estilo arquitectónico. Ambos estilos a menudo se consideran juntos como el núcleo de la arquitectura clásica. Los romanos también adoptaron de los griegos otros aspectos relacionados con la arquitectura; por ejemplo, en la introducción y el uso del triclinio en las villas romanas como el lugar y la forma de comer. Los romanos también adoptaron elementos de la civilización etrusca vecina, de los que tomaron elementos esenciales de su arquitectura como las obras hidráulicas y la construcción de arcos.
La riqueza y la densidad de población, entre otros elementos, obligaron a buscar soluciones arquitectónicas propias en las ciudades romanas. El uso de la cúpula y los arcos, junto con el conocimiento de los materiales de construcción, permitieron un éxito sin precedentes en la edificación de impresionantes estructuras públicas. Los ejemplos incluyen los acueductos, las Termas de Diocleciano, las Termas de Caracalla, las basílicas y, quizás su obra más famosa, el Coliseo. Estas obras eran reproducidas a escala menor en las ciudades más importantes del Imperio. Algunas de las estructuras que han sobrevivido están casi intactas, como las murallas de Lugo en la Hispania Tarraconensis.
Italia se vio muy pronto afectada por la nueva religión cristiana, convirtiéndose Roma en la sede del papa. El arte y la arquitectura paleocristiana también estaba ampliamente inspirada en la pagana de los romanos; estatuas, mosaicos y pinturas decoraban sus iglesias. El concepto cristiano de la «basílica» se inventó en Roma: edificios largos y rectangulares, casi de estilo romano antiguo, a menudo con ricos mosaicos y decoraciones adornando el interior, siendo la mejor conservada la Basílica de Santa Sabina de Roma. Frescos paleocristianos tardíos todavía pueden ser vistos en algunas de las numerosas catacumbas de Roma.[7]
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476, el Imperio bizantino se convirtió en el área más avanzada en muchos aspectos de las artes y las ciencias, entre las que también se contaba la arquitectura.[7] Los bizantinos también dejaron sus huellas en Italia, construyendo diversos edificios, palacios e iglesias en su estilo característico, siguiendo los principios de la arquitectura romana, pero dándole un aire oriental. La arquitectura bizantina es conocida por sus cúpulas rebajadas y el amplio uso de mosaicos dorados e iconos, en lugar de estatuas.[7] Los principales ejemplos de arquitectura bizantina en Italia se encuentran en Sicilia, donde se pueden ver por ejemplo las catedrales de Cefalu, Palermo o Monreale, aunque el ejemplo más conocido se encuentra en el norte, la Basílica de San Marcos en Venecia.
La Italia del siglo XV, y particularmente la ciudad de Florencia, son la cuna del Renacimiento. El nuevo estilo arquitectónico renacentista comenzó sus pasos en Florencia, al contrario que el Gótico, el Renacimiento no surgió de una lenta evolución del estilo anterior, el Románico en el caso del Gótico, sino que surgió de un esfuerzo consciente de un grupo particular de arquitectos que buscaban revivir el orden de una «Edad de oro». El interés del estudio de la arquitectura de la Antigüedad coincidió con un surgir general del estudio.
Italia nunca había aceptado completamente la arquitectura gótica. A excepción de la Catedral de Milán, construida en gran parte por alemanes, pocas iglesias italianas muestran un énfasis en la verticalidad, las agujas abigarradas, la tracería ornamental y las complejas bóvedas nervadas que caracterizan el Gótico internacional. Los arquitectos italianos preferían formas que estaban claramente definidas y elementos estructurales que expresaban su función.[13] Muchos edificios del románico toscano muestran estas características, como el Baptisterio de Florencia o la Catedral de Pisa.
La presencia de restos arqueológicos de la Antigüedad, especialmente en Roma, mostrando el estilo clásico, sirvieron de inspiración a los artistas, en una época en la que la filosofía también giraba su mirada hacia los autores clásicos.[13]
Durante siglo XVIII la capitalidad de la arquitectura europea se transfirió de Roma a París. El Rococó italiano, que floreció en Roma a partir de la década de 1720, estuvo profundamente influenciado por las ideas de Borromini. Los principales arquitectos en Roma —Francesco de Sanctis (escalinata de la Plaza de España, 1723) y Filippo Raguzzini (Piazza Sant'Ignazio, 1727)— a penas tuvieron influencia fuera de su país nativo, al igual que los numerosos seguidores del Barroco siciliano, incluyendo a Giovanni Battista Vaccarini, Andrea Palma y Giuseppe Venanzio Marvuglia.
Entre los arquitectos que fueron profundamente influenciados por la brillantez y la diversidad de Juvarra y Guarini, quizás el más importante fuera Bernardo Vittone. Sus principales obras son una serie de iglesias Rococó, de plantas cuatrifoliadas y delicados detalles. Sus sofisticados diseños a menudo muestran múltiples bóvedas, estructuras dentro de estructuras y cúpulas dentro de cúpulas.
Durante esta época, en el Véneto se estaba realizando un acercamiento a los temas de Palladio, evidente en la Villa Pisani en Stra (1721) y en la Iglesia de San Simeone Piccolo en Venecia, terminada en 1738.
La última fase de la arquitectura barroca en Italia se puede ejemplificar en el Palacio de Caserta de Luigi Vanvitelli, conocido como el mayor edificio construido en Europa en el siglo XVIII. Deudor de modelos franceses y españoles contemporáneos, el palacio está hábilmente relacionado con el paisaje. En Nápoles y Caserta, Vanvitelli realizó un estilo académico sobrio y clásico, con igual atención a la estética y a la ingeniería, un estilo que haría una fácil transición al Neoclasicismo. De la misma época es el Real Albergo dei Poveri de Nápoles, construido poco antes por Ferdinando Fuga, cuyo tamaño refleja el del Palacio de Caserta.
A mediados del siglo XIX, Italia también ganó cierto renombre por algunas de sus estructuras vanguardistas. La Galería Víctor Manuel II en Milán, construida en 1865, fue la primera estructura de hierro y vidrio de Italia y la galería comercial construida para tal fin más antigua del mundo. La galería influiría posteriormente en la Galleria Umberto I de Nápoles.
La arquitectura modernista tuvo a sus principales y más originales exponentes en Giuseppe Sommaruga y Ernesto Basile. El primero, autor del Palazzo Castiglioni en Milán, y el segundo proyectó una expansión del Palazzo Montecitorio de Roma.
Sin embargo, en la década de 1920 y los años siguientes se desarrolló un nuevo lenguaje arquitectónico: el Racionalismo. Esta forma de arquitectura futurista fue introducida por Antonio Sant'Elia y luego por el Gruppo 7, formado en 1926, entre otros por Luigi Figini, Guido Frette, Sebastiano Larco, Gino Pollini, Carlo Enrico Rava, Giuseppe Terragni, Ubaldo Castagnola y Adalberto Libera. Tras la disolución del grupo, fue adoptado por arquitectos individuales, como Giuseppe Terragni (Casa del Fascio en Como), Adalberto Libera (Villa Malaparte en Capri) y Giovanni Michelucci (Estación de Florencia Santa Maria Novella).
Durante los años del Fascismo, el Racionalismo fue desbancado por el Novecento Italiano, que rechazaba los temas de la vanguardia y trataba de revivir el arte del pasado. Sus miembros más importantes en el campo de la arquitectura fueron Gio Ponti, Pietro Aschieri y Giovanni Muzio. Este movimiento inspiró a Marcello Piacentini en la creación de su «Neoclasicismo simplificado», relacionado con el redescubrimiento de la Roma imperial. Piacentini fue autor de diversas obras en muchas ciudades italianas, de las que la más importante sería la creación de la controvertida Via della Conciliazione en Roma.
Algunos de los arquitectos más importantes que han trabajado en Italia entre finales del silo XX y principios del XXI son Renzo Piano, Massimiliano Fuksas y Gae Aulenti. Los trabajos de Piano incluyen el Estadio San Nicola en Bari, el Auditorium Parco della Musica en Roma, los trabajos de renovación del Puerto Viejo de Génova y la Iglesia del Padre Pío en San Giovanni Rotondo. Entre las obras más destacables de Fuksas está el Grattacielo della Regione Piemonte y el Centro Congressi Italia Nuvola en EUR, en Roma. Los trabajos italianos de Gae Aulenti incluyen las obras de renovación del Palazzo Grassi en Venecia y la Stazione Museo del Metro de Nápoles.
Otras figuras destacables, activos en la arquitectura contemporánea en Italia son el suizo Mario Botta (Museo d'arte moderna e contemporanea di Trento e Rovereto, renovación de La Scala de Milán), Zaha Hadid (MAXXI en Roma, rascacielos "Lo Storto" en Milán), Richard Meier (Iglesia de Dios Padre Misericordioso y edificio cubriendo el Ara Pacis, ambos en Roma), Norman Foster (Estación de Belfiore en Florencia), Daniel Libeskind (rascacielos "Il Curvo" en Milán) y Arata Isozaki (Palasport Olimpico en Turín, junto con Pier Paolo Maggiora y Marco Brizio; rascacielos "Il Dritto" en Milán).
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