Los términos lenguaje soez,[1] lenguaje crudo,[2] lenguaje grosero,[3] lenguaje procaz[4] y lenguaje malsonante[5] hacen alusión al conjunto de formas lingüísticas (palabras o expresiones[6] denominadas malas palabras,[7] palabras gruesas,[8] palabras libres,[9] palabras mayores,[10] palabras pesadas,[11] palabras picantes,[12] palabras sucias,[13] palabrotas[14] o groserías)[15] que la comunidad lingüística o parte de ella considera inapropiadas, obscenas, indecentes, deshonestas, injuriosas u ofensivas. A quien emplea un lenguaje soez con frecuencia se le considera malhablado, desbocado o bruto.[16]
Estos conceptos suelen identificarse con los de ordinariez,[17] vulgaridad ("cualidad de vulgar")[18] y vulgarismo ("dicho o frase especialmente usada por el vulgo"),[19] y a este último se le identifica con lo soez ("bajo,[20] lo indigno, lo vil")[21] y lo zafio o grosero ("carente de educación o de delicadeza", "de mal gusto", "de escasa calidad o sin refinar", "que carece de precisión o exactitud"), aunque no deben confundirse con la totalidad del registro lingüístico vulgar, coloquial o familiar ni tampoco con las llamadas lenguas vulgares.
Todo lo anterior es lenguaje soez y no está directamente relacionado con convenciones culturales, y solo puede definirse dentro del nivel émico de las ciencias sociales.[cita requerida]
Se considera "soez" cuando se hacen manifestaciones lingüísticas de mal gusto, groseras, o con el propósito de ofender al prójimo.
Es propio del lenguaje soez referirse a lo que socialmente se considera sagrado (religión, raza, origen familiar o nacional) o tabú (escatología, determinadas partes del cuerpo, sexo, sicalipsis, humor negro); liberando la tensión emocional con expresiones excesivas o hiperbólicas (blasfemia, maldición, reniego, juramento, voto)[22] o dirigiéndose a un destinatario concreto en forma de improperio,[23] insulto, desprecio, ridiculización, estigmatización o descripción personal exacerbada.
También existe el lenguaje no verbal soez (gestos soeces)[24] e incluso un lenguaje icónico[25] soez (emoticonos).
En ciertos contextos sociales, a pesar de que las palabrotas se consideran inadecuadas, es frecuente que sean muy usadas y no siempre rechazadas, especialmente como interjecciones que expresan desprecio o enojo.[26][27][28][29][30] Así, por ejemplo, es común que se utilicen, bajo ciertos contextos, con un tono amistoso que puede incluso ser señal de camaradería entre los interlocutores.[31]
Lo que en unos contextos sociales puede ser visto como un síntoma de "mala crianza", denunciando un origen social humilde que inhabilita para entrar en la "buena sociedad", en otros puede tener un prestigio encubierto, por ejemplo, entre los hombres jóvenes, asociado a actitudes machistas promovidas por el grupo. Independientemente de que el lenguaje soez sea o no usado más frecuentemente por hombres que por mujeres, sí que es así socialmente percibido, o al menos lo fue tradicionalmente, y como tal forma parte del imaginario asociado al comportamiento "rudo y varonil".
Además de esos factores sociolingüísticos, el lenguaje soez se caracteriza por un alto grado de convencionalismo sobre lo que constituye y lo que no una palabrota. El lenguaje soez cambia de significado de un país a otro, o incluso de una región a otra del mismo país; produciendo malentendidos interculturales[33] en los casos de que una palabra sea considerada malsonante o inadecuada en un idioma y en otro no (incluso, dentro de un idioma, en un dialecto y en otro).
En el caso del idioma español, son ejemplos las palabras "concha" (que en algunos países sudamericanos es un término soez para referirse a los genitales femeninos),[34] "pito", "pitillo", "pico" o "corneta" (que en algunos países lo es para referirse al pene),[35] "pisar" o "coger" (que en algunos países americanos lo son para referirse al coito),[36] "cuero" (que en unos países -República Dominicana, Puerto Rico- lo es para referirse a la prostituta, en otros -Ecuador y Venezuela- para la "mujer que es amante de un hombre", en otros -Colombia y Costa Rica- para la "mujer avejentada y fea", y en otros -Guatemala, Honduras, México y Nicaragua- para la "mujer guapa y atractiva"),[37] etc.
Históricamente también se registran cambios en las convenciones que reflejan cambios sociológicos. Así, en la Inglaterra de la época victoriana, se consideraba inadecuado usar la palabra leg ('pata, pierna') incluso para referirse a la pata de la mesa.
La prohibición bíblica de la utilización del nombre de Dios ha sido interpretada de forma distinta en distintas culturas y épocas; al igual que la utilización de determinados nombres como nombres de pila (en la cultura española es aceptado el nombre de "Jesús", incluso con su forma femenina para mujer: Jesusa, y su diminutivo: Suso/Susa; y no en la anglosajona donde es tabú). En noruego la expresión Herregud! ("¡Dios mío!") aún es considerada tabú, mientras que su equivalente en español es de uso corriente.
La identidad grupal suscita fuertes sentimientos de superioridad o victimismo localistas, regionalistas o nacionalistas (chovinismo, jingoísmo, supremacismo, xenofobia, racismo), que muy significativamente, se manifiestan en el lenguaje soez con el uso peyorativo de gentilicios o expresiones denigratorias usadas como tales: "negro" -nigger-, "moro", "judío" -jew,[38] kike[39]-, "gabacho", boche,[40] "español" o "españolazo",[41] maketo o xarnego, "godo",[42] "gallego",[43] "gachupín", "sudaca", paki,[44] pied-noir, etc.[45]
La psicolingüística tiene en el uso de las palabrotas y expresiones soeces uno de sus temas de estudio. La adquisición del lenguaje por el niño es un complejo proceso evolutivo en el que intervienen tanto factores innatos como ambientales, entre los que están también la educación y la socialización; y en ese proceso se incluye la adquisición del lenguaje soez, o al menos la conciencia de su existencia. Las formas de afrontarlo (asumirlo, aceptarlo, tolerarlo, evitarlo, ignorarlo o reprimirlo) son muy diferentes según distintos enfoques pedagógicos.[53]
Existen patologías caracterizadas por el uso involuntario del lenguaje soez, como el síndrome de Tourette. Genéricamente el síntoma se denomina coprolalia.
No tanto como una patología, sino como una parafilia (y por tanto, de difícil deslindamiento con los comportamientos no patológicos), existe una forma de excitación sexual protagonizada por el lenguaje soez, y que recibe (en francés e inglés respectivamente) las denominaciones mot cochon y dirty talk.[54]
[55]
El lenguaje soez tiene implicaciones morales e intelectuales; pero no siempre son valoradas de la misma manera.
El lenguaje soez en publicaciones y medios de comunicación ha sido habitualmente una de las proscripciones de la censura; como ocurrió en el Código Hays de las películas estadounidenses entre 1934 y 1967. Recientemente (2015) una proscripción semejante ha sido objeto de una legislación en Rusia.[61]
En España, la censura literaria durante la dictadura franquista se aplicaba tanto a asuntos políticos como morales, dentro de los que se incluía el lenguaje soez; así, por ejemplo, el censor informaba sobre La Centena (Octavio Paz, 1969):
La censura no tiene por qué ser únicamente ejercida por las autoridades; es mucho más ubicua.
Desde finales del siglo XX, especialmente tras los movimientos sociales de 1968 ("prohibido prohibir"), la conveniencia de utilizar o no determinadas formas de lenguaje soez en los medios de comunicación viene determinada no tanto por los conceptos tradicionales de urbanidad o moralidad, sino por el recientemente acuñado de lo "políticamente correcto".[65] Aunque no en todos los ambientes, generalmente se admite que en las letras de las canciones se utilicen todo tipo de términos y expresiones vinculados a las subculturas juveniles,[66] mientras que otras que anteriormente era utilizadas sin ningún tipo de mala conciencia han pasado a definirse como microagresiones racistas o machistas.[67]
En entornos educativos sigue siendo norma la represión de las expresiones groseras. Entre los castigos tradicionales utilizados están los de "lavar la boca con jabón" o recaudar una moneda por cada una de las palabrotas que se "escape" a un niño, y guardarlas en un tarro (el tarro de las palabrotas -swear jar-).[68]
Además de los términos directamente derivados (grosería, crudeza, procacidad), hay muy distintos sinónimos o expresiones equivalentes a estas denominaciones, muchos de ellos con una utilización restringida a ciertas zonas (localismos):
El lenguaje soez, que en principio se limitaría a la oralidad, se recoge en la literatura desde la Antigüedad. En la Iliada (Canto VI, verso 327 y ss.), se llama "perra" a Helena de Troya; término que también se usa por Teofrasto en la parte Del malhablado (Περι κακολογίας -Peri kakologias-) en Los caracteres (XXVIII),[84] mientras que Platón pone en boca de Sócrates (en Gorgias) la expresión "por el perro" (una especie de interjección similar al voto o juramento, en relación con el dios egipcio Anubis).[85] Las comedias griegas (p. ej. Las ranas, de Aristófanes[86] -la comedia antigua[87] incluía escatología y lenguaje soez como convenciones del género-) y latinas (p. ej. Truculentus, de Plauto) recogen el habla popular, y con ella muchos ejemplos de palabras y expresiones tenidas por malsonantes. En la prosa latina similar papel cumple El Satiricón de Petronio.[88] En la poesía latina, algunas obras de Catulo se caracterizan por su lenguaje particularmente procaz (su poema 16[89] comienza con un verso tal –Pedicabo ego vos et irrumabo– que no se publicó su traducción inglesa hasta el siglo XX).
Determinados géneros de la literatura medieval, como la goliardesca, la trovadoresca y algunos libros de caballerías (Tirant lo Blanc), así como Chaucer (Canterbury tales)[92] o Petrarca (Decamerón) usan con frecuencia el lenguaje soez; lo que sigue siendo común en algunos de los grandes autores de la literatura del Renacimiento y del Barroco (Rabelais, Shakespeare,[93] Cervantes, Quevedo).[94] A partir del siglo XVII y el XVIII, el Clasicismo y el Academicismo revierten esa tendencia, sin que dejen de contarse notables excepciones (Marqués de Sade[95]).
En el siglo XIX, la moral victoriana, que extremaba los códigos de recato y decencia pública (al menos en el plano de la mera apariencia) hasta límites pacatos,[96] proporcionó a la literatura contemporánea un fácil recurso para obtener, con el uso del lenguaje soez, la provocación que define a las vanguardias (épater le bourgeois -"escandalizar al burgués"-). «Los románticos ya habían comenzado a introducir el lenguaje popular en la literatura, pero hasta el naturalismo, y en concreto hasta Zola, no se puede hablar de un verdadero 'sociolecto'. Aunque García Mérou se quejó en su día de las "crudezas" y "términos soeces, repugnantes y bajos" de la novela, para el lector del siglo XX resulta difícil encontrarlos hoy.»[97] «... los tópicos expresivos puestos en boca de los personajes novelescos ... como corresponde al prurito naturalista de reflejar, con la mayor exactitud, el lenguaje vulgar, incluso el más bajo o plebeyo, a veces».[98]
La intención de humillar al adversario, las amenazas y malos deseos (imprecaciones,[99] vituperios[100]) son las formas más básicas del lenguaje soez; desde la Edad Media se utilizaban, de broma o de veras, en distintas formas de repentización[101] como el juego de "echarse pullas"[102] (tenzone -tensón- o logomaquia);[103] improvisación similar a la que en las coplas y las jotas se denomina "picadillo",[104] en la música portuguesa se denomina desgarrada y cantigas ao desafío,[105] o en el rap se denomina "pelea de gallos", "desafío" o "batalla" (battle rap).[106]
Muchas palabras soeces se utilizan como insultos para menospreciar u ofender a una persona. Entre muchas otras, se emplean palabras malsonantes en referencia a la apariencia y cualidades físicas, mentales y morales, personalidad, orientación y capacidad sexual, origen familiar, racial, nacional o local, religión, creencias, opiniones y afiliaciones (políticas, deportivas), condición socioeconómica, etc.
También es propio del lenguaje soez utilizar los insultos, incluso los más graves, con sentido totalmente opuesto, de alabanza o familiaridad.
El predominio secular del cristianismo en España y los países de cultura española ha producido una familiaridad extrema con ciertos conceptos religiosos, que se toman como base para expresiones del lenguaje soez. A pesar de ser consideradas expresiones formalmente blasfemas, la intención del hablante que las emplea no es la de realizar ninguna ofensa religiosa, a no ser que se añada algún otro rasgo más evidente en el contexto de la comunicación.
Para evitar incurrir en ellas, han surgido expresiones alternativas que comienzan de modo similar y terminan de otra manera, sugiriendo un arrepentimiento súbito tras un inicio espontáneo ("ost...ras", "me cago en di...ez").[114]
La prevención de incurrir en blasfemia ha suscitado burlas literarias.
Muchas de estas palabras se usan de forma que una queja o expresión tenga un poder de emisión más fuerte. Por ejemplo, "El pie me duele mucho" es más débil que "El pie me duele como la madre que lo parió". Se entiende que el dolor es más fuerte de lo normal al decir palabras soeces.[cita requerida]
Hay muchos tipos de juegos lingüísticos o paronomasias que se consideran parte del lenguaje soez; la mayor parte de las veces por sus connotaciones sexuales. El albur se basa en el uso de uno o varios vocablos con un doble sentido en su significado. En esa acepción el DRAE lo considera un americanismo (de México y la República Dominicana): "Juego de palabras de doble sentido."[118]
"Agrupación de varias sílabas de modo que alteren el significado de las palabras a que pertenecen, como en este es conde y disimula."[119]
"Aquello que no está expresado, especialmente lo que se da por supuesto en una declaración, en una conversación, etc."[120]
[133]
[136]
«... la sátira... en algunas de sus expresiones más bajas puede utilizar lenguaje soez y escatológico no a manera de ataque directo sino como medio de desacralizar ambientes, situaciones o personajes que se quieren ridiculizar. Cercana a la sátira se encuentra la invectiva...»[137]
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